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Kelly Bandala
Las leyendas son parte de nuestra cultura popular y una de ellas es la que esconde la construcción con el número 201 de la calle 3 Oriente de Puebla, esta es una de las más antiguas de nuestro estado. Si no conoces esta famosa leyenda, aquí te la contamos para que la compartas a todas las personas que quieras llenar de miedo.
En esta antigua casa vivía el señor Pedro Carvajal, quien tenía grandes riquezas materiales pero la más preciada era su única hija de 15 años de edad, Teodora y su hijo Fernando, un pequeño niño. La hija de Don Carvajal poseía una belleza incomparable, todo el que la conocía quedaba admirado con tal niña, los hombres nobles la seguían a donde fuera y los sirvientes tenían que conformarse con admirarla de lejos, aún así, la niña jamás hacía caso a cualquiera que quisiera halagarla, todos eran indiferentes para ella.
Se dice que un día comenzó a circular el rumor de que en Puebla andaba rondando un monstruo que, gracias a su gran tamaño, paralizaba a los ciudadanos para después comerlos enteros. Muchas personas aseguraban haber visto de lejos a aquel monstruo y que podría tratarse de un coyote gigante, otros decían que era una serpiente.

Cuenta la leyenda que una noche se celebraba una fiesta cerca de la casa de Don Carvajal, de repente los invitados comenzaron a gritar y salir corriendo del lugar, fue entonces que el pequeño y curioso Fernando salió a ver de qué se trataba pero fue algo que no tuvo que haber decidido pues la bestia lo atacó y devoró sin esfuerzo. Este terrible suceso hizo que Don Carvajal decidiera ofrecer la mano de su hija a quien lograra matar a la bestia y le llevara su cabeza como prueba.
Muchos intentaron matar al animal para conseguir la mano de la niña pero murieron en el intento, todos perdieron la esperanza y creyeron que el animal jamás podría ser castigado por haber matado al pequeño Fernando hasta que un día un soldado del que Teodora estaba enamorada llegó a la casa de Don Carvajal y como regalo le llevó la cabeza. El soldado fue nombrado Virrey de la Nueva España y Don Pedro le otorgó la mano de su hija.











