Sin festejos
Por: Felipe Flores Núñez
#NadaQueCelebrar
Con este hashtag fueron marcados los mensajes alusivos al Día Mundial de la Libertad de Prensa que, por declaración de la Organización de las Naciones Unidas, se conmemora desde hace 26 años. El pesimismo de la etiqueta usada durante el fin de semana en diversas plataformas web de internet, especialmente entre quienes son asiduos a las redes sociales, tiene fundamentos. Así lo corrobora María Elvira Domínguez, directora del diario El País, en Colombia, y presidenta de la Sociedad Interamericana de Prensa, al reafirmar que este 3 de mayo no fue un día para festejar, sino para encender alarmas sobre lo que sucede en la actualidad con la libertad de prensa, donde una vez más se registran retrocesos y los índices siguen a la baja. Es irrefutable que el ejercicio de la actividad periodística enfrenta hoy en día un amplio espectro de dificultades, situación que amenaza el entorno democrático y la sana convivencia social. La estigmatización figura entre las amenazas más visibles.
Varios gobiernos, incluyendo al nuestro, han propalado la idea de que existe una prensa sistemáticamente adversa y con pretensiones desestabilizadoras. Bajo esa premisa aplican de manera irreductible el enunciado bíblico: “el que no está conmigo, está contra mí”. Y con ese falso dilema pretenden también restringir la libertad de disentir y socavan el respeto a la pluralidad, al disenso, a la posibilidad de que se manifieste sin restricción la diversidad de opiniones y los distintos puntos de vista, todo ello en perjuicio de la libertad de expresión, que es uno de los derechos universales más sagrados. En esos casos, el derecho de réplica se utiliza no como alternativa para aclarar o precisar con hechos objetivos y razones fundadas, sino como ocasión para denostar y hasta hacer burla.
Y luego, a esa descalificación sumaria promovida desde la autoridad contra algunos medios e inclusive contra algunos comunicadores en particular, le sigue invariablemente una oleada avasalladora de insultos en redes sociales mediante cuentas no siempre bien acreditadas. A este clima de polarización que a nadie conviene, la prensa enfrenta otros riesgos, como la inseguridad, que si bien es propia de nuestros días, se agrava en el caso particular de los periodistas a tal grado que 2018 ha sido el año más violento desde que existen registros. En un análisis de la situación en 180 países y territorios, la organización Reporteros Sin Fronteras lanza una alerta sobre los riesgos y peligros que atraviesa la práctica periodística al revelar que sólo en el 24% de los casos existe una situación considerada favorable. En el resto, los ataques contra periodistas son cada vez más frecuentes y lo peor es que prevalece la impunidad.
Es el caso de nuestro país, donde tan solo este año se han registrado 5 homicidios y en ninguno hay siquiera indicios sobre la identidad de los responsables. Un análisis de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos respecto a las indagatorias relacionadas con homicidios de comunicadores revela que en cerca de 90 por ciento de los casos existe impunidad. Esa cifra se eleva al 100%, tratándose de los 21 casos de comunicadores desaparecidos y de los 52 atentados a instalaciones de los medios de comunicación que se han presentado desde el año 2000.
En este lapso, 146 periodistas han sido asesinados. Artículo 19, organización no gubernamental especializada en libertad de expresión, afirma que México es uno de los países donde los periodistas sufren el mayor número de agresiones a nivel mundial, lo que erosiona el derecho de las personas a ser informadas y a la democracia misma. Según sus datos, de 2009 a 2017 se registraron 2 mil 765 agresiones contra la prensa, la mayoría provenientes de funcionarios públicos.
Por su gravedad, destacan los agravios cometidos en los estados de Veracruz, Tamaulipas, Guerrero, Chihuahua y Oaxaca. Este panorama exige el establecimiento de políticas públicas para prevenir todo tipo de agresiones y dar protección a periodistas, además de exigir mejores resultados en la procuración de justicia. Es cierto que desde hace siete años existe ya un mecanismo para la protección de personas defensoras de derechos humanos y periodistas, pero a juzgar por los resultados, esa instancia de poco o nada ha servido. Son pues muchos los desafíos: corrupción, crimen organizado, hostilidad, intimidación, estigmatización, desinformación proveniente de redes sociales, fake news y escaso nivel de anunciantes tanto públicos como privados. En este entorno, ciertamente, la prensa tuvo este año muy poco espacio para celebrar.