El testaferro del dictador venezolano fue embarcado por la justicia en un avión desde Cabo Verde rumbo a la Florida, donde enfrenta cargos por lavado de dinero
La extradición de Saab ha puesto en barbecho las negociaciones que mantiene el chavismo con la oposición en México. Por lo pronto, no asistirán a las reuniones previstas para este domingo
EL HÁBIL operador político que se coló en los despachos del palacio de Miraflores en un momento crítico de su vida, cuando se encontraba al borde de la ruina económica en Barranquilla, Colombia, conoce mejor que nadie las interioridades del régimen
Infobae/El País
Dos cosas desvelan a Nicolás Maduro desde hace más de un año: la investigación en curso en la Corte Penal Internacional de La Haya y la suerte que Alex Saab pudiera tener en Cabo Verde a partir de su detención y pedido de extradición a Estados Unidos el 12 de junio de 2020. La primera de ellas podría sentarlo en el principal banco de acusación del planeta bajo cargos de lesa humanidad. La segunda ya está en curso y hace temblar no sólo a él, sino a todos los jerarcas chavistas.
Por su parte, el camino de Saab se bifurca: se mentaliza en colaborar con la justicia norteamericana y detallar la estructura corrupta que ayudó a cimentar o se embarra en una interminable guerra judicial que no podrá ganar. Inmolarse por Maduro y sus jerarcas le asegurará una larga sombra carcelaria -al menos 20 años- y la imposibilidad de utilizar sus cientos de millones de dólares.
La desesperación del Palacio de Miraflores se explica sobradamente. Saab, el testaferro colombiano que multiplicó sus panes -y los del chavismo- a partir del negocio millonario del alimento para los venezolanos con las cajas CLAP, no sólo podría relatar minuciosamente esta estafa con comida en mal estado, sino también los nexos que el régimen tiene con el narcotráfico y el lavado de activos, principal delito del que se lo acusa. Como empresario exitoso sabrá negociar sus conocimientos.
Luego de conocerse la noticia de que estaba a bordo de un Gulfstream G550, las alarmas sonaron en Caracas y los nervios explotaron. Mañana, tanto representantes de la dictadura como de la oposición venezolana debían verse las caras en México, nuevamente. Sin embargo, esa reunión ya fue suspendida por el chavismo. Desde hace tiempo Maduro y su principal aliado, Rusia, venían advirtiendo que ese raquítico diálogo podría quebrarse si Saab era trasladado a los Estados Unidos.
El Ministerio de Comunicación de Venezuela emitió de inmediato un comunicado. Desaforado. En él acusan a Washington de haber “secuestrado a un diplomático” durante 491 y haberlo sometido a torturas. Un absurdo. En rigor, el colombiano nunca tuvo estatura de embajador hasta tanto fue detenido en aquella pequeña isla del Atlántico. Una vez tras las rejas, Miraflores le dio ese estatus. Era tarde.
Hacia fines de agosto, cuando el régimen todavía tenía una esperanza de que no fuera llevado a Estados Unidos, el fiscal General de Venezuela Tarek William Saab, defendió en Infobae al testaferro. No supo qué responder cuando fue consultado sobre la incompatibilidad de ser proveedor del estado y diplomático. El abogado, autopercibido poeta, sabía que su alegato chocaba con el sentido común.
El presidente colombiano Iván Duque fue de los primeros en celebrar el pasaje transatlántico. “Es un triunfo en la lucha contra el narcotráfico, el lavado de activos y la corrupción que ha propiciado dictadura de Nicolás Maduro”, escribió en su cuenta de Twitter. Minutos después fue la vicepresidenta de Maduro, Delcy Rodríguez, quien le respondió llamando “narcoestado” a Colombia.
Sin embargo, la mayor gravedad se produjo en horas de la tarde del sábado, cuando agentes de inteligencia se dirigieron a las viviendas de seis ex gerentes de Citgo, una empresa con capitales norteamericanos. Todos cumplían arresto domiciliario desde mayo de 2021. Todos ciudadanos de los Estados Unidos. Fueron secuestrados por agentes de la Dirección General de Contrainteligencia Militar, la tenebrosa DGCIM. Son claramente, seis nuevos rehenes de Miraflores.
El cautiverio se da en la misma semana en que murió en extrañas circunstancias el general Raúl Baduel, uno de los más emblemáticos presos políticos venezolanos. Maduro no cesa en su empeño de dar argumentos a la Corte Penal Internacional para que lo juzgue de una vez por todas. El dictador está en evidente estado de desesperación. El fiscal de La Haya, Karim Khan, suma folios a su expediente.
En tanto, en Rusia, bien custodiada, vive la familia de Saab. Una persona que solía ser cercana a la estructura de poder chavista ironizó sobre esas particulares vacaciones: dijo que nadie sabe con certeza si la residencia allí era una garantía o una amenaza. En todo caso, cualquiera sea la alternativa, confían en que el empresario nacido en Colombia y enriquecido en Venezuela mantendrá su boca cerrada.
El chavismo ha recibido el golpe más duro de los últimos años
El Gobierno de Nicolás Maduro había puesto todo su empeño en evitar la extradición de Alex Saab, el presunto testaferro del presidente de Venezuela, a quien en los últimos meses había tratado de erigir en una especie de mártir. El fracaso ha sido rotundo. Saab, un empresario colombiano que se hizo de oro a través de contratos gubernamentales y de quien las autoridades de Estados Unidos sospechan que esconde la fortuna de Maduro y gente de su entorno, se encuentra ya en Miami, donde a partir de este lunes le espera un juicio por lavado de dinero por más de 350 millones de dólares. Con Saab ante la justicia estadounidense, las consecuencias son impredecibles.
La extradición de Saab ha puesto en barbecho las negociaciones que mantiene el chavismo con la oposición en México. Por lo pronto, no asistirán a las reuniones previstas para este domingo. La tensión entre el Gobierno y sus críticos ha ido en aumento en las últimas semanas. Los roces con la comunidad internacional han sido notorios, especialmente con Estados Unidos, por la extradición de Saab y con la Unión Europea, a cuenta de la misión electoral que pretenden enviar para las elecciones regionales y locales de dentro de un mes. Los pasos que dará Maduro en los próximos días serán determinantes para calibrar el nivel de confrontación al que está dispuesto.
El hábil operador político que se coló en los despachos del palacio de Miraflores en un momento crítico de su vida, cuando se encontraba al borde de la ruina económica en Barranquilla, Colombia, conoce mejor que nadie las interioridades del régimen. Era un hombre de la corte, que empezó construyendo unas viviendas sociales y acabó como negociador estatal venezolano por todo el mundo. Era lo que todo Gobierno cercado por las sanciones internacionales necesita, un conseguidor. Desde su detención en Cabo Verde en junio de 2020, donde había parado a repostar en el avión privado en el que viajaba, su futuro se tornó negro.
No siempre fue alguien conocido. Su rostro empapela hoy las calles de Caracas, donde el Gobierno lo eleva al rango de mártir, pero hace bien poco casi nadie sabía nada de él. El portal de noticias Armando.info desveló por primera vez su nombre y su influencia en las esferas de poder. Saab había recibido contratos millonarios y su trabajo había sido más que cuestionable. Llenó de comida de mala calidad un programa de alimentos para los más pobres. El empresario se querelló contra los periodistas que lo desvelaron y estos tuvieron que exiliarse. Saab alegó que no tenía tratos con Maduro y que no había participado en la distribución de esos alimentos. Al final, lo publicado resultó ser verdad.
Ahora Saab se ha convertido en alguien fundamental para Venezuela. Tras su detención, el Estado le otorgó el papel de diplomático. El equipo chavista que negocia con la oposición en México quiso incluso incorporarlo a la mesa de diálogo. Rusia insistió en que era necesario que el colombiano estuviera allí sentado para buscar una salida democrática y pactada a la situación venezolana. Los propios negociadores aparecieron un día con unos carteles de apoyo a Saab. Maduro, mientras tanto, callaba. Hasta hace pocas semanas ni siquiera había pronunciado su nombre en público. La maquinaria chavista estaba en marcha en todo su esplendor para rescatar al soldado Saab. La noticia de su extradición inmediata a Estados Unidos ha sido demoledora para sus intereses, los del Gobierno y los del propio empresario. Por el momento, el Gobierno se ha levantado de la mesa negociadora, a la espera del siguiente movimiento.
Cada sanción de Estados Unidos a un funcionario venezolano ha sido tomada por el chavismo como una herida de guerra, al punto incluso de que los señalados han sido premiados con algún ascenso en la burocracia. Así ha ocurrido, uno a uno, con el centenar de venezolanos en la mira del Departamento del Tesoro que han seguido ocupando cargos, presentándose a elecciones y saliendo en televisión sin siquiera ser investigados. Cuando Saab, sus hijos y socios obtuvieron sus lugares en la llamada lista OFAC de la Oficina de Control de Activos en el Extranjero, no hubo condecoraciones, sino un total silencio, un preocupante disimulo que un año después, con la detención del empresario colombiano en Cabo Verde, no pudo ocultarse más.