A un día de que Claudia Sheinbaum Pardo asuma como la próxima y primera presidenta de México, la siguiente mandataria tuvo que recorrer un gran camino para ser la portadora de la banda presidencial
Delia Reyes
A un día de asumir oficialmente la Presidencia de la República, la hoy presidenta electa, Claudia Sheinbaum Pardo, manifestó que está lista, junto con el pueblo de México, para iniciar la segunda etapa de la Cuarta Transformación.
Cabe recordar que el pasado 2 de junio, Claudia Sheinbaum, de la coalición ‘Sigamos Haciendo Historia’, obtuvo una victoria apabullante frente a sus opositores al alcanzar el 59.75 por ciento de votos, de acuerdo con el conteo del Instituto Nacional Electoral (INE).
Tras su triunfo, la mandataria electa dio a conocer a los miembros del gabinete presidencial, quienes la acompañarán para el inicio del sexenio 2024-2030, entre los que se encuentran Marcelo Ebrard, Omar García Harfuch, Rosa Icela Rodríguez y Alicia Bárcena.
Sheinbaum Pardo, quien se convertirá en la primera presidenta de México, también adelantó que, al igual que el presidente Andrés Manuel López Obrador, continuará con las conferencias matutinas para hablar sobre los avances de su gobierno, además de que se mudará a Palacio Nacional para desempeñar su trabajo de forma óptima.
“¿QUIÉN VA A COLGAR LA BANDERA EN LA RECTORÍA?”
Fue una de las preguntas que lanzaron líderes estudiantiles de la Universidad Autónoma de México (UNAM) a la militancia en plena lucha contra el rector Jorge Carpizo, quien promovía el cobro de matrículas en la entidad pública. Era enero de 1987.
De la muchedumbre salió una estudiante de Física de 24 años. “Yo”, dijo, entre los cánticos de “¡huelga, huelga!”
La joven se subió al techo del emblemático edificio, puso el pendón e inauguró una nueva protesta contra el neoliberalismo que por entonces, en medio de una crisis económica, se afianzaba en México y empezaba a asomarse en la universidad más grande de América Latina.
Casi 40 años después, esa vehemente estudiante ganó las elecciones para la presidencia de México. Se llama Claudia Sheinbaum Pardo. Muchos mexicanos le dicen “Claudia”, a secas. Tiene 61 años, dos hijos, una maestría y un doctorado. Fue alcaldesa de la CDMX. Y desde el 1 de octubre será la primera jefa de Estado en la historia del país.
“Siempre he sido así, muy aventada”, le dijo sobre aquella protesta al periodista Arturo Cano, que en 2023 publicó una biografía. “Ya no tanto, ya tengo más responsabilidades”, añadió Sheinbaum.
Su amiga, asesora y colega Diana Alarcón explica: “No es que haya dejado de ser rebelde. Es que cambió el lugar donde está, su posición en el movimiento, pero no cambió la convicción que asumió desde muy chiquita de luchar por la gente”.
DE DÓNDE VIENE
Sheinbaum nació el 24 de junio de 1962 en CDMX. Su papá, Carlos Sheinbaum, era un empresario y químico cuyos padres, judíos asquenazí, llegaron de Lituania a México en 1920. Su mamá, Annie Pardo, es una bióloga y doctora cuyos padres, judíos sefardíes, llegaron de Bulgaria en 1940.
Ambos, hijos de judíos perseguidos. Ambos, militantes izquierda en la UNAM. Ambos, pioneros en sus labores científicas.
Pardo, de hecho, recibió en 2022 el Premio Nacional de Ciencia por sus aportes a la biología celular.
Claudia creció en Tlalpan, un barrio de clase media-alta del sur de la capital, entre canciones de protesta, reuniones con artistas internacionales y clases de ballet y bombo argentino.
Cuenta que desayunaba, almorzaba y cenaba hablando de política, y que iba con sus padres a la cárcel a visitar a sus amigos presos por la militancia.
Fue a un colegio laico, de expatriados, que promueve la autonomía de los estudiantes: el Manuel Bartolomé Cossío. Y desarrolló una personalidad meticulosa, organizada, enérgica, que busca comprobar sus ideas antes de sacar conclusiones y da órdenes sin eufemismos ni rodeos. Se despierta todos los días a las 4 am.
“Es tímida, por eso puede pasar por seria, pero una vez te sientas con ella es cálida, chistosa y empática”, dice Alarcón. Facetas que durante la campaña quiso pronunciar.
“Soy hija del 68”, suele decir ella, en referencia al movimiento de protesta global del que sus padres participaron.
Y así como los 60, los años 80 fueron un momento clave para México: se consolidaba el modelo neoliberal, que para muchos se traduciría en desigualdad y pobreza, y los escándalos de corrupción empezaban a azotar el poderoso Partido Revolucionario Institucional (PRI), que gobernaba desde 1917.
Sheinbaum mantuvo un pie en la militancia, donde conoció a Carlos Ímaz, un político del izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PDR) con el que se casó en 1987, y otro en la academia, donde hizo una maestría y un doctorado en Ingeniería Energética y Ambiental y firmó varias tesis, entre ellas una sobre el uso eficiente de estufas de leña en comunidades rurales.
En 1995, la familia se trasladó a California, donde él cursó un doctorado en Educación y ella terminó el suyo. Allí consolidaron el perfil cosmopolita, educado, de inglés fluido, en el que crecieron y en el que criaron a sus hijos, que hoy son cineasta y profesora de historia.
Se separaron en 2016 y siete años después Claudia se casó con Jesús María Tarriba, su novio de la universidad con quien se reencontró por Facebook, y que como ella es físico, de izquierda y está vinculado a la gestión pública: es funcionario del Banco de México.
El llamado “humanismo mexicano” que coloca a Sheinbaum y a AMLO, pese a sus diferencias, en el mismo movimiento propone una transformación del país tan relevante como la independencia, las reformas liberales del siglo XIX y la Revolución Mexicana. De ahí, precisamente, que le llamen la Cuarta Transformación.
El plan de gobierno de Sheinbaum contempla “100 pasos para la transformación”, entre los cuales está aumentar las becas universitarias y escolares, dar pensiones a mujeres dedicadas al cuidado, fortalecer sistemas médicos de diagnóstico y salud mental, construir cientos de miles de viviendas y llevar a rango constitucional la paridad salarial de género.