A 69 años de la muerte del creador del primer superhéroe de ficción, un retrato de una época y de un autor que publicó alrededor de 70 novelas y vendió más 50 millones de libros
Infobae
“El escritor más influyente del mundo”. Así definió Ray Bradbury a Edgar Rice Burroughs, el creador de Tarzán, el primer superhéroe de ficción que ha resistido más de un siglo en su pedestal. Este autor, un tanto olvidado y falleció el 19 de marzo de 1950, era descendiente de una familia que podía trazar sus orígenes hasta la batalla de Hastings. Sus ancestros habían peleado las guerras de la independencia y su padre fue mayor en el Ejército Federal durante la Guerra Civil. Burroughs no pudo ingresar a West Point y terminó como soldado de caballería en Arizona. Al ser dado de baja por un problema cardiaco debió trabajar en distintos oficios (desde cowboy a vendedor ambulante) con los que no siempre podía mantener a su familia. Fue entonces que decidió aumentar sus ingresos escribiendo cuentos que remitía a diferentes revistas populares, conocidas bajo el nombre de Pulp Fiction, dada la escasa calidad del papel en la que eran impresas. Su primer novela se llamó Bajo las lunas de Marte y le reportó 400 dólares, una cifra nada despreciable para la época.
Al cumplir 36 años, en 1912, publicó Tarzán de los monos, un suceso instantáneo que le permitió a Burroughs mejorar significativamente su estado financiero y, con el tiempo, comprar un ranch en California que llamó Tarzana. Durante la Segunda Guerra actuó como corresponsal de guerra (el de mayor edad entre los que actuaron en el Pacífico) y estuvo presente durante el bombardeo en Pearl Harbor. A su muerte, en 1950, Burroughs era el autor más vendido del mundo (escribió alrededor de 70 novelas y vendió no menos de 50 millones de libros). Aunque la afirmación de Bradbury puede sonar exagerada ¿quién no conoce a Tarzán? Algunas de sus novelas transcurren en Marte, en Venus y en el centro de la Tierra. Al igual que a Conan Doyle y su famoso Sherlock, Burroughs volvía recurrentemente a Tarzán (participe de 50 novelas) a pedido del público y por necesidades económicas, ya que su rumboso ritmo de vida lo tenía siempre al borde de la insolvencia. Cuando el autor se asomaba al abismo económico volvía a Tarzán, quien lo salvaba, ya no de feroces leones ni gorilas asesinos sino de sus deudores. Para maximizar sus ingresos, Burroughs presentaba a Tarzán en la radio, los comics, el cine y los periódicos.
Este bombardeo mediático fue desaconsejado por los
especialistas, aunque a Burroughs le dio buenos resultados y lo convirtió en el
primer creador del multimedia. Bajo la casi inocente figura del hombre-mono se
esbozaron mensajes subliminales de eugenesia, es decir la idea de mejorar la
especie a través de una selección genética. Tarzán compartía el origen mítico
de Rómulo y Remo y reconocía como su ancestro literario al joven Mowgli del
Libro de la Selva de Rudyard Kipling. Sin embargo Burroughs, que poco tenía de
intelectual, no conocía al “noble salvaje” de Rousseau, ni al superhombre de
Nietzsche y apenas había pasado de las primeras hojas del libro de Darwin, en
cuya tapa dejó consignada sus impresiones sobre el texto: dibujó a un mono.
Burroughs era un escritor mediocre que había encontrado una veta narrativa
donde volcar historias de aventuras impregnadas con los prejuicios de la época
post victoriana. El racismo era un tema que latía en sus novelas, ¿Por qué el
rey de los monos era un caballero británico? ¿Por qué Tarzán no era negro?
¿Acaso un negro no podía superar a los simios? Según escribió Burroughs años
más tarde: “Estaba interesado en la competencia entre el medio y las
características hereditarias”.