Bizarra, estresante, deprimente, aburrida, desesperante; estas son las palabras que usamos para describir la pandemia. Si alguien te hubiese dicho hace cinco años “viene un virus que va a matar a millones de personas, que va a dejar a miles sin trabajo y los va a obligar a todos a encerrarse en sus casas” ¿le hubieses creído? Yo no. Hemos vivido una tragedia mundial, algo sin precedente, que nos ha cambiado a todos para siempre. Ahora que empezamos a sentir que pronto salimos de esto (al menos eso espero), no podemos olvidar el camino ya recorrido. Mientras pasamos un año y medio sin abrazar a nuestros abuelos, sin montarnos en un avión, sin salir de fiesta y sin poder trabajar, ¿qué nos sostuvo? El arte.
El arte cae bajo la categoría de trabajos “no esenciales”, pero durante nuestro encierro, el arte se volvió más esencial que nunca. Entre tanta incertidumbre, nos refugiamos en las series, las canciones, los bailes de TikTok, las películas y los libros, para distraernos y calmar nuestra ansiedad. Según la revista Forbes, Netflix obtuvo 2.2 millones de suscriptores nuevos entre julio y septiembre del 2020. El año pasado, más de 155 millones de discos fueron escuchados por “streaming” y, según BBC News, eso refleja un aumento de 8.2% de los años anteriores. En España y en Italia la gente tocaba instrumentos desde sus balcones para entretener a sus vecinos y se hicieron virales videos de personas cantando juntas la misma canción desde todas partes del mundo. Es innegable, cuando nos vimos sumergidos en la oscuridad de esta pandemia, el arte nos acobijó y nos tomó de la mano.
Mi historia pandémica es muy especial, aunque tal vez menos fructífera de lo que imaginarían. La industria de la música se vio muy afectada por la pandemia, los músicos tuvimos que cancelar todos nuestros conciertos, viendo desaparecer gran parte de nuestros ingresos. Lo lógico sería que sin gira y sin distracciones, yo me encerrara a componer, pero la verdad es que no me sentía motivada, ni inspirada para escribir. Me hubiese encantado haber hecho cientos de canciones, pero no me daba la cabeza. Lo bueno es que a veces no hacen falta cientos de canciones, a veces sólo necesitas una. Les voy a echar el cuento: Estábamos a principios de la pandemia, en marzo, y yo llevaba horas viendo las noticias, hipnotizada por la tragedia, atacada de tristeza y de frustración. Me encerré en mi cuarto a llorar, mientras mi novio, que jamás se enteró que me pasaba algo, trabajaba en la sala. Agarré mi guitarra y sin pensar, empecé a cantar: “Dime, si este mundo ya se va a acabar. Dime, que el amor nos va a salvar”. En ese momento nació “Amor en Cuarentena”, canción que me traería una nominación al Latin Grammy como “Mejor Canción Pop” en el 2020. “Amor en Cuarentena” habla de estar encerrado con alguien que quieres, de la complicidad que sientes con tu “partner de cuarentena” y de cómo el amor puede darnos la seguridad de que todo va a estar bien.
Grabamos “Amor en Cuarentena” a distancia: yo en mi cuarto y el productor desde su estudio. Fue mezclada en Texas y masterizada en Los Ángeles. En ningún momento nos pudimos ver para hacer música juntos. Cuando salió la canción me comenzaron a llegar mensajes por las redes sociales: “Tuvimos que cancelar nuestra boda y tu canción ha sido un alivio para nosotros”, “Escucho esta canción todos los días y me hace sentir mejor”. Fue increíble como “Amor en Cuarentena” conectó, una muestra más de que la música es capaz de darnos esperanza.
Estamos lentamente volviendo a la realidad y pronto esta pandemia será sólo un recuerdo. Hoy quiero que saquemos un instante de nuestro tiempo para darle reconocimiento a esas canciones, a esos artistas, a las series y a los autores que nos acompañaron en nuestros momentos más difíciles. Mandémosle un “gracias” silencioso, pero honesto. Nunca hemos podido vivir sin el arte, pero no nos dimos cuenta hasta que nos quitaron todo lo demás.