Leer
Por: Felipe Flores Nuñez
Confieso que soy adicto a conservar objetos comunes, cuyo único valor es su relación emocional con algún momento estelar de mi vida, y lo hago porque creo que es la única manera de mantener viva la memoria. Es muy probable que esté equivocado y que en realidad esa obsesión sea producto de algún trastorno, pero no al menos en el caso de un libro que conservo con especial aprecio, cuya dedicatoria dice: “Para mi hijo Felipe, como estímulo a su dedicación en el estudio”. Se trata de un texto de pasta dura titulado: “Obras selectas de la literatura juvenil”. Me lo obsequió mi padre cuando yo tenía 12 años y recuerdo haber leído cada uno de los seis maravillosos relatos contenidos a lo largo de sus 863 páginas. Más allá del valor sentimental, lo que verdaderamente valoro de ese obsequio es la intención que tuvo mi padre en aquel momento, y que no era otro –así lo reconocería muchos años después- que el de inducirme al fascinante mundo de la lectura.
Celebro que lo haya hecho y que pudiera lograr su objetivo. Hago esta confesión personal con motivo de la reciente puesta en marcha de la llamada Estrategia Nacional de Lectura, cuyo propósito es, a decir de Andrés Manuel López Obrador, “fortalecer valores culturales, morales y espirituales, ya que no sólo de pan vive el hombre”. “Estamos promoviendo la lectura porque necesitamos mejorar las condiciones de vida y de trabajo y también fortalecer los valores, porque sin el programa, nuestra política estaría coja, estaría nada más fincada en un solo pie y se requieren los dos, lo material y lo espiritual”, destacó el presidente. No es la primera vez que el Gobierno Federal se empeña en el propósito de hacer que los mexicanos, especialmente niños y jóvenes, sean adictos a la lectura, pero hay ahora otras razones que podrían ser determinantes, entre ellas, el impulso que seguramente dará la esposa del propio presidente, cuya vocación está precisamente fincada en las letras. Al intervenir en el evento de lanzamiento del programa para promover la lectura, celebrado en Sinaloa, la también historiadora y casi poblana Beatriz Gutiérrez Müller enfatizó que un libro puede ser un camino para ser mejores personas, mejores mexicanos. “La lectura despierta la conciencia y la imaginación, nos invita a reflexionar, a sentir, nos hace gozar, nos hace recordar o llorar; la lectura puede darnos paz, es un vehículo para la paz”. Y a manera de motivación, pidió a todos leer. “Lean todo lo que puedan; poesía, cuento, un ensayo, un periódico, el libro de texto, el libro que sea, es un compañero, es un cómplice, vayan a las bibliotecas, aprendan, cultiven su interior”.
Por su parte, el controvertido escritor Paco Ignacio Taibo II, director del Fondo de Cultura Económica, se pronunció en contra de hacer de la lectura algo aburrido o lanzar una campaña que obligue a la gente a leer, además que consideró que una de las razones por las cuales las personas no leen en México radica en el alto costo para poder adquirirlos, por lo que se comprometió a trabajar para lograr precios accesibles y a contar con 130 librerías en todo el país. La tarea es tan noble como inmensa, sobre todo porque el hábito de la lectura en el país ha ido a la baja, sobre todo a partir de la prevalencia del internet y los dispositivos móviles. Según la más reciente Encuesta Nacional de Lectura, los mexicanos leen en promedio menos de tres libros al año, la lectura sigue siendo un asunto estrictamente educativo, el acceso a la cultura escrita está seriamente restringido para la mayoría de la población, y además, menos de la mitad de la población mayor de 12 años lee actualmente libros. Otras cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) en su estudio más reciente son aún más patéticas, ya que revelan que más de la mitad de los mexicanos no abró un solo libro durante el año pasado, mientras que el 45 por ciento lee por lo menos un libro al año y el otro 55 por ciento no realiza la lectura de ningún material literario.
A este respecto, especialistas afirman que las estadísticas son alarmantes por la convicción de que aquellos que leen logran mayor éxito, además que tienen mejor capacidad de comunicarse con los demás, de entenderlo, de argumentar, analizar, criticar y eso es algo que en el país necesitamos de forma destacada”. Por lo que representa en término de cultura y de promoción de valores, ojalá que esta gran cruzada a favor de la lectura sea exitosa, pero sigo pensando que se avanzará muy poco si los niños y jóvenes no son incentivados desde sus hogares. Ese fue mi caso, creo que es la mejor alternativa.