Cuando un río se seca, la tragedia es visible. La desaparición de las aguas deja al descubierto un paisaje de tierra polvorienta, salpicado de pequeñas lagunas y nuevas islas
EL TURISMO de pesca y la pesca de subsistencia son actividades comunes en el río Paraná.
Los niveles de agua en el río Paraná están casi 8.5 metros por debajo del promedio cerca de la frontera de Brasil con Paraguay. Ese nivel puede interrumpir el tráfico de barcos de carga y encarecer el transporte de mercancías. Un clima más seco de lo habitual también está afectando la producción de importantes cultivos brasileños, como el café, el maíz, la caña de azúcar y las naranjas
BBC
Así es como se ven hoy grandes sectores del río Paraná, el segundo más largo de América del sur después del Amazonas, y que se encuentra en su nivel más bajo desde 1944.
El río de 4.880 km nace en el sureste de Brasil, atraviesa Paraguay y desemboca en el Río de la Plata en Argentina, y es clave para la industria comercial y la pesca, y además de fuente de agua dulce para 40 millones de personas.
Constituye además una de las vías fluviales más importantes para el transporte de granos, y su situación está obligando a muchos exportadores a considerar el uso de rutas terrestres.
Esta alternativa es menos sostenible que la vía fluvial: mientras que el transporte por camión produce 100 gramos de CO2 por cada tonelada por kilómetro transportado, en la vía fluvial son 20 gramos.
Además, el transporte por carretera es más costoso.
“El Paraná es el humedal socioproductivo más grande, con mayor biodiversidad e importante de Argentina”, le dijo a la agencia AFP el geólogo Carlos Ramonell.
El turismo de pesca y la pesca de subsistencia son actividades comunes en el río Paraná.
En el tramo de río al otro lado de la frontera brasileña, en Argentina, hay varias colonias de pescadores y miles de familias de pescadores enfrentan una crisis debido al bajo caudal.
En Brasil, también hay registros de que los peces están siendo afectados.
Para ahorrar agua y poder atender la demanda energética en los próximos meses, el Ministerio de Minas y Energía de Brasil recomendó que algunas plantas en el río Paraná reduzcan su caudal.
Entretanto en Argentina, el gobierno declaró a fines de julio la emergencia hídrica por 180 días en varias provincias, incluida Buenos Aires, para mitigar las graves consecuencias económicas y medioambientales del descenso del nivel de las aguas.
Actualmente, como consecuencia de la sequía, el caudal del Paraná se ha reducido de un promedio de 17.000 metros cúbicos por segundo a solo 6.200.
Los bajos niveles de agua están causando problemas para la producción de energía, ya que la central hidroeléctrica que cruza el río Paraná entre Argentina y Paraguay —Yacyretá— funciona solo al 50%.
El miércoles, el vicepresidente de Brasil, Hamilton Mourão, advirtió que la sequía también podría provocar un racionamiento energético en Brasil.
Según expertos, las causas de esta sequía en los últimos años están vinculadas a la deforestación descontrolada, el cambio climático, y los ciclos naturales.
Los expertos pronostican que la sequía podría prolongarse hasta 2022.
Estudios de la NASA explican la situación del río Paraná
Según la NASA, los bajos niveles de agua son evidentes en diferentes lagos de la cuenca del río Paraná, que alberga diversas presas hidroeléctricas y embalses que contribuyen al suministro de energía de la región.
Siete de las 14 reservas principales cercanas estaban a su nivel más bajo desde 1999.
La situación en el país llevó a que el presidente de la Cámara baja del Congreso, Arthur Lira, dijera que Brasil tendrá que pasar por “un período educativo de cierto racionamiento [de energía] para evitar cualquier tipo de crisis mayor”.
Poco después, se retractó, informa BBC Brasil.
“Hablé recientemente con el ministro de Minas y Energía, Bento Albuquerque, que aclaró que la medida provisional no supondrá ninguna orden relacionada con el racionamiento de energía”, escribió.
“Habrá un incentivo para el uso eficiente de energía por parte de los consumidores de modo voluntario”, añadió.
Los niveles de agua en el río Paraná están casi 8.5 metros por debajo del promedio cerca de la frontera de Brasil con Paraguay. Ese nivel puede interrumpir el tráfico de barcos de carga y encarecer el transporte de mercancías.
Un clima más seco de lo habitual también está afectando la producción de importantes cultivos brasileños, como el café, el maíz, la caña de azúcar y las naranjas.
Las fuentes consultadas argumentan que la deforestación en el Cerrado, como es conocida la sabana brasileña y que es el mayor ecosistema del país después de la Amazonía, agrava la escasez en los embalses de Paraná, responsables de la mayor capacidad de generación de energía hidroeléctrica del país.
En los últimos años, diversos especialistas han vinculado la deforestación en la Amazonía con la caída de precipitaciones en otras partes de Brasil. Según estas fuentes, la tala de árboles provoca que los bosques dejen de inyectar una inmensa cantidad de agua en la atmósfera que luego se convierte en lluvia, parte del fenómeno de los “ríos voladores”.