EFE
Dos siglos después de haber dividido el mundo en dos mitades, la figura de Napoleón sigue rodeada de controversia en Francia, donde el bicentenario de su muerte ha creado una gran controversia entre los defensores de su legado y quienes reniegan del mismo.
Como sucede siempre con la figura del emperador (1769-1821), la puja entre historiadores ha llegado hasta la esfera política, sin que muchos responsables tomen posición en favor de Bonaparte, por miedo a represalias electorales.
El propio presidente, Emmanuel Macron, que en privado no oculta su admiración por Napoleón, se cuida mucho de expresarla en público y su participación en los actos de homenaje del bicentenario, que se cumple el próximo 5 de mayo, puede quedar reducida a la mínima expresión a un año de las elecciones presidenciales.
Lo mismo hicieron sus antecesores. Jacques Chirac, que detestaba a Bonaparte, se distanció al máximo de los actos de conmemoración en 2005 de los dos siglos de la batalla de Austerlitz, la cumbre de su genio militar, y diez años más tarde lo mismo hizo François Hollande con la de Waterloo, la tumba de su poder.
“La crisis sanitaria va a salvar a los dirigentes, que van a poner la excusa de la crisis sanitaria para no participar en los actos de conmemoración”, asegura a Efe el presidente de la Fundación Napoleón, el historiador Thierry Lentz.
Este napoleónico convencido no niega que haya asuntos de controversia, pero denuncia “un intento de borrar la huella” del emperador en la historia, del que culpa a “ciertas élites”.
Además de su militarismo y de su ambición por el poder, el principal asunto que ha manchado en Francia la figura de Napoleón es su decisión de restablecer en 1802 la esclavitud, ocho años después de que la Revolución la aboliera.
“No se puede conmemorar a Napoleón, que cometió tres grandes crímenes. Uno político, ya que fue un dictador que dio un golpe de Estado. También fue un criminal de guerra que sembró Europa de sangre y fuego. Finalmente cometió un crimen contra la humanidad al restablecer la esclavitud”, asegura a Efe el profesor Louis Georges Tin, presidente de honor del Consejo Representativo de Asociaciones de Negros de Francia.
“No supo resistir a toda esa presión. Tomó una decisión de estadista frío, calculador, y su posteridad lo está pagando, porque desde hace 30 o 40 años es el principal punto de controversia” sobre su figura, reconoce Lentz.
Aunque no es el único. El bicentenario ha traído otros a la palestra, como su colonialismo, su misoginia o la ristra de muertes que dejó su ambición militar por toda Europa e incluso África.
Fue “uno de los mayores misóginos”, asegura la ministra de Igualdad entre Hombres y Mujeres, Elisabeth Moreno, de origen caboverdiano, que también recuerda que restableció la esclavitud y que sus campañas sembraron con casi un millón de cadáveres los campos de batalla.
Pero sus defensores recuerdan su labor modernizadora del Estado, su Código Civil que perdura todavía hoy en muchos lugares y su lucha sin cuartel contra el feudalismo.
Todo ello despierta todavía en la actualidad una enorme admiración, aunque Lentz cree que menos en Francia que en otros países.
Tin cree, sin embargo, que Napoleón era “un as de la comunicación” y que pasó toda su vida tratando de hacerse pasar por un genio.
“En realidad fracasó en todo lo que intentó. Su Código Civil era racista y apartaba a las mujeres, su presunto talento militar acabó con una Francia diezmada y sin añadir una conquista”, señala.
Además, este profesor apuesta por sacar a Napoleón de su gran mausoleo en Los Inválidos, en pleno centro histórico de París, siguiendo el ejemplo de lo que España hizo recientemente con el dictador Francisco Franco.