De los grandes realizadores del cine independiente de los años 70
La Jornada
El cineasta Paul Leduc, a quien sus amigos definían como un solitario brillante, de una imaginación luminosa y férrea congruencia política, falleció ayer a los 78 años. Fue uno de los grandes realizadores del cine de vanguardia independiente en los años 70, galardonado con el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2013. Se fue tranquilo, arropado por su familia, en particular por sus hijos Valentina y Juan.
Siempre reacio a hablar de sí mismo o sus logros, solía parafrasear a Bertolt Brecht cuando algún reportero intentaba hacerlo reflexionar acerca de su trayectoria: hay tiempos en que resulta criminal hablar de la belleza de los árboles.
Paul Leduc Rosenzweig nació en 1942 en la Ciudad de México. Realizó estudios de arquitectura en la Universidad Nacional Autónoma de México, donde descubrió el teatro, con la cátedra del maestro Seki Sano.
En 1965 se ganó una beca para estudiar cine en París, en el Institute d’Hautes Etudes Cinématographiques. Durante su estadía en Francia fue alumno del realizador Jean Rouch, con quien aprendió lo que era el cine etnográfico.
Leduc trabajó para la televisión francesa, y cuando regresó a México, al lado de la productora Bertha Navarro (quien fuera su esposa, madre de su hija Valentina Leduc Navarro, también cineasta), el cinematografista Alexis Grivas y el montajista Rafael Castanedo, crearon el grupo Cine 70, que produjo numerosos cortos documentales para el Comité Olímpico Mexicano.
También escribió crítica cinematográfica para diversos diarios y revistas, participó en la creación de cineclubes e intervino en producciones hoy consideradas clásicas, como El grito (1968), de Leobardo López Aretche, y México, la revolución congelada (1970), de Raymundo Gleyzer.
Su ópera prima de ficción fue Reed: México insurgente (1973), basada en el libro México insurgente: la Revolución de 1910, del periodista estadunidense John Reed. La cinta, que narra con un estilo documental las experiencias en México del reportero (interpretado por Claudio Obregón), durante ese conflicto social, logró reconocimiento internacional: obtuvo el premio Georges Sadoul de Francia a Mejor filme extranjero.
Su siguiente trabajo se convirtió en un ícono en muchos sentidos: Frida, naturaleza viva (1984), estelarizada por Ofelia Medina. A esa cinta se le atribuye parte del redescubrimiento internacional de Frida Kahlo, producida por Manuel Barbachano Ponce.
La película se llevó casi carro completo en la entrega de premios Ariel de ese año: mejor filme, dirección, guion (realizado por Leduc y José Joaquín Blanco), actriz protagónica (Medina), actriz de reparto (Margarita Sanz), cinematografía (Ángel Goded), edición y ambientación (Alejandro Luna).
En el Festival de Cine de La Habana ganó como mejor filme y actriz; en el Festival de Bogotá, mejor filme, actriz y cinematografía, y se llevó el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cine de Estambul.
Reed y Frida figuran en la lista de las 100 mejores del cine nacional (de acuerdo con una relación elaborada hace un par de años por casi todos los críticos del séptimo arte del país).
En 2013, con motivo de su Premio Nacional de Ciencias y Artes, en el rubro de Bellas Artes, Leduc narró a La Jornada que filmó su primera película, Reed: México insurgente, durante el régimen de Gustavo Díaz Ordaz, “aunque la terminamos ya en tiempos de Luis Echeverría. Revitalizaron la Academia Mexicana de Cine y nos dieron, entre otros, el Ariel a la mejor dirección. Pero decidieron, además, que los entregara el presidente, por primera vez y a título de su campaña de ‘apertura democrática’. Me tuve que negar a recibirlo porque acababan de pasar dos o tres años del 68 y no me parecía posible recibir un premio en esas condiciones”.
En 1986, Leduc realizó ¿Cómo ves?, con las actuaciones de Roberto Sosa, Blanca Guerra y Eduardo López Rojas, en la que narra las condiciones de vida marginales de la Ciudad de México.
Sobre esa cinta, el director recordó en la charla con este diario que fue “una coproducción con el CREA (Consejo Nacional de Recursos para la Atención de la Juventud), a la cabeza del cual estaba Heriberto Galindo, un priista buena onda. En esos años no había más que priistas y algunos eran buena onda y, efectivamente, nos ayudó, pero en cuanto terminamos de editar no pudo resistir hacer unas declaraciones diciendo que todo el equipo de la película habíamos ‘acudido al urgente llamado concientizador del presidente Miguel de la Madrid’ y cosas por el estilo. Es un reflejo priista, irresistible, aparentemente, el querer apropiarse de todo. Tuvimos que responderle que no era el caso y tuvimos un pleitazo”. Después vendría su trilogía donde destaca a la música como protagonista narrativa: Barroco (1988), adaptación de la novela Concierto barroco, de Alejo Carpentier, con Francisco Rabal, Ángela Molina, Ernesto Gómez Cruz, Roberto Sosa y Dolores Pedro; Latino Bar (1991), cuarta adaptación de la novela Santa, de Federico Gamboa, con Dolores Pedro, Roberto Sosa, Ernesto Gómez Cruz y Juana Bacallao; y Dollar Mambo (1993), drama sobre la invasión estadunidense a Panamá, con Dolores Pedro, Roberto Sosa, Gabino Diego y Litico Rodríguez.
Leduc se retiró de la dirección cinematográfica en la década de los 90, para experimentar con la animación digital. Así fue como realizó La flauta de Bartolo o la invención de la música (1997) y otros cortos para la Secretaría de Educación Pública, con fines didácticos.
En 2006 volvió con Cobrador: In God We Trust (2006), adaptación de una serie de cuentos de Rubem Fonseca, con un reparto internacional integrado por Lázaro Ramos, Antonella Costa, Peter Fonda, Dolores Heredia, Milton Gonçalves, Isela Vega, Ruy Guerra, Zezé Motta, Maya Zapata, Ruy Polanah y Malu Calli. La cinta ganó el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cine de Gramado (Brasil) y el premio a la mejor edición en el Festival de La Habana.
Entre sus documentales destacan Historias prohibidas de Pulgarcito (1980), sobre la guerra en El Salvador; y Etnocidio: notas sobre El Mezquital (1976), acerca de la opresión cultural que sufrían los indígenas otomíes de Hidalgo.
Hace siete años, el director opinó que si el cine mexicano había sobrevivido en esos años, era por el esfuerzo de los cineastas quienes se han tenido que adecuar o inventar fórmulas, con altas y bajas, pero manteniendo una cierta producción con dignidad, aunque con huecos fuertes, como en la época del presidente José López Portillo.