La Razón
Con una ovación de 10 minutos, el director venezolano Gustavo Dudamel, fue aclamado ayer en el Palacio de Bellas Artes, donde junto con la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles (LA Phil) cautivó con un programa que incluyó composiciones de los autores Andrew Newman y Anton Bruckner, como parte de las celebraciones por el centenario de la agrupación y los 85 años del coloso de mármol. El vestíbulo del Palacio de Bellas Artes se convirtió en una especie de andén ferroviario, cuyo destino era la armonía sonora: desde las 19:00 horas, el público comenzó a llegar para apreciar el primer concierto que Gustavo Dudamel ofrecería en la Ciudad de México, al mando de la LA Phil, agrupación que retornó a tierra azteca tras 20 años de ausencia.
El momento esperado llegó: a las 20:10 horas la filarmónica dio la nota inicial de la noche y Gustavo Dudamel arribó al escenario segundos después y fue recibido con aplausos. Tras agradecer el cariño de los presentes, el venezolano dio la indicación para que los músicos iniciaran la ejecución de Sustain, de Andrew Newman, obra que la LA Phil le comisionó para los primeros conciertos de la temporada del centenario de la orquesta y que fue estrenada en 4 de octubre de 2018. El creador es considerado uno de los mejores compositores estadounidenses vivos. Una sencilla y reconfortante escalada de piano inició la sinfonía, la cual fue precedida de un silencio, roto por las tenues notas agudas de violín y cello; percusiones y algunos alientos irrumpieron en el coro de cuerdas, que cada vez iba tornándose más eufórico. Vacío sonoro, perturbado por una suave pareja de flauta y timbal, dio paso a una tonada estrepitante del resto de los instrumentistas. Dudamel marcaba la pauta a los músicos con poderosa energía; los violines, violas, cellos y percusiones aumentaban la intensidad.
El director hacía bailar la batuta en una coreografía acompañada de su expresivo brazo izquierdo, y para exigir más potencia a los ejecutantes, dio marcados brincos. La calma en la tormenta sinfónica fue llegando, hasta que culminó en silencio. Un vaivén sonoro de cuerdas agudas cuasi tétricas se mantuvo, hasta el retorno de la flauta que irrumpió con una melodía esperanzadora, que pronto sucumbió al caos armónico de una orquesta alebrestada con las contundentes y eufóricas señas de Dudamel. El caos llegó a su fin con una serie de sencillas y calmantes notas de piano, que se fueron difuminando en la nada. Un coro de aplausos extasiados marcaron la salida de escena del director artístico y musical de la La Phil, en la primera parte del recital. Dudamel, quien pese a la gran cantidad de movimientos físicos que realizó, tenía más que unas cuantas arrugas en el traje; su melena rizada seguía en su lugar.