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Publicada en 1979, con la firma del alemán Michael Ende, la novela tuvo su primera adaptación al cine hace 35 años. Aquel filme dejó un clásico musical que, en la actualidad, vuelve estar entre los más escuchados debido a una escena muy especial de la serie de Netflix
Infobae
Todo empezó con una idea, un concepto, un papel perdido en una caja de zapatos: “Un niño toma un libro, se encuentra literalmente dentro de la historia y tiene problemas para salir”. Una historia sin fin. O No. Eso anotó Michael Ende, el gran autor alemán de literatura fantástica, cuando su editor se acercó a pedirle un nuevo proyecto. La idea germinó, fue aceptada, pero para llegar a su fin…, bueno, pasó mucho más tiempo del esperado a tal punto que el propio escritor se vio envuelto en un laberinto interminable, de borradores descartados, de presiones editoriales e incluso cuando el libro llegó al cine siguió despertando pasiones y le generó a Ende más de un dolor de cabeza y hoy, a 40 años de la publicación de la obra, a 35 del estreno del filme, Die unendliche Geschichte por su título original, sigue cosechando fanáticos, ya que la canción de la película es uno de los momentos más trascendentales e hipnóticos de la tercera temporada de Stranger Things.
Aquí, su historia: Sin ánimo de spoilers, el arco narrativo de La historia sin fin comprende a un niño huérfano, Bastian, que en una librería de usados se encuentra con una publicación de tapa llamativa con una imagen del estilo Wuivre, el ícono celta de las serpientes entrelazadas. En el relato, un niño cazador y también huérfano, Atreyu, debe salvar de una enfermedad mortal a La Emperatriz, otra niña, y así a su vez mantener viva la tierra de Fantasía. A medida que el niño avanza en la lectura queda en evidencia que su rol es mucho más importante, él también hace a la trama y no es solo un espectador. Por supuesto, en el medio surgen otra gama de personajes inolvidables, que van desde el dragón blanco Fújur o Falkor, quien amaba que le rasquen la oreja, o la hechicera Xayide.
HISTORIA DE UNA NOVELA INTERMINABLE
Cuando todo comenzó, en 1977, Ende ya era reconocido por la creación dos de sus personajes icónicos como Jim Botón y Momo, que además de ganar diferentes premios habían sido traducidos a más de 30 idiomas. El editor de la histórica Thienemann, Hansjörg Weitbrecht, aceptó la idea surgida de la caja de zapatos con la promesa de que antes de Navidad tendría la versión final de 100 páginas en su escritorio. No sucedió. Al momento de sentarse a escribir, Ende, comentó alguna vez, tuvo el pavor de la página en blanco, pero multiplicado por cien. Y a las semanas ya sabía que como en un cuadro de Escher, cada puerta llevaba a lugares tan disímiles o al mismo punto de partida. “Esta historia literalmente ha explotado bajo mis manos”, dijo el autor. Así pasó 1978 sin novedades. El editor estaba desconcertado hasta que recibió una llamada: el libro de 100 páginas estaría para 1979, pero sería un poco más largo, por lo menos 200, aunque aún no estaba finalizado.
Es que la novela ya era mucho más de lo que Ende había pensado a priori y se encontraba con un conflicto: el personaje de Bastian se negaba a salir de la tierra de Fantasia y él tenía el compromiso de liberarlo, de seguir escribiendo hasta que esa historia que parecía nunca acabar, finalmente lo hiciese. Así, la publicación comenzó a postergarse mes a mes y Ende no conseguía cómo liberar al héroe. El relato se complejizaba a tal punto que su propio creador se sentía incapaz de realizarlo. Entonces, advirtió a su editor, que si no lograba sacar al niño, la obra no sería publicada. Instalado en Genzano, una pequeña comuna romana, Ende sentía que perdía la conexión con la realidad. Aislado, apenas salía de su estudio, descartaba cada vez más páginas y, durante aquel invierno, la sensación de soledad se hizo aún más extrema cuando las temperaturas descendieron a menos de 10 grados, algo inusual para el lugar, y el hielo obstruyó las cañerías de las casas del pueblo. Allí, perdido en su maraña, cubierto por una serie de mantas para olvidar al frío que nunca terminaba, finalizó el último de los 26 capítulos de la obra, aunque -metafóricamenteno sería el definitivo. La edición final contó con 420 páginas, un cuarto de lo que realmente había escrito, y fue un éxito inmediato de ventas. Eso sí, para Ende era mucho más que una historia orientada hacia los niños.
En una entrevista con el español El país comentó: “Para llegar al paraíso, Dante, en su Divina comedia, comienza pasando por el infierno. (···) Para encontrar la realidad hay que hacer lo mismo: darle la espalda y pasar por lo fantástico. Ése es el recorrido que lleva a cabo el héroe de La historia sin fin. Para descubrirse, a sí mismo, Bastian debe primero abandonar el mundo real (donde nada tiene sentido) y penetrar en el país de lo fantástico, en el que, por el contrario, todo está cargado de significado. Sin embargo, hay siempre un riesgo cuando se realiza tal periplo; entre la realidad y lo fantástico existe, en efecto, un sutil equilibrio que no debe perturbarse: separado de lo real, lo fantástico pierde también su contenido”. En una entrevista con Der Spiegel, uno de los productores del filme Ulli Pfau -quien hizo un documental y un libro sobre el rodaje- comentó: “Luego de la filmación, las ventas de libros se dispararon de nuevo. ¡La novela no se pudo reimprimir el tiempo, no había papel suficiente!”. Pfau también recordó cómo en aquellos días las personas acampaban en el jardín de Ende en Italia, esperando tener una conversación con él, se había convertido en una especie de gurú literario. Sin embargo, ese cariño desapareció cuando el escritor vendió los derechos. Entonces, todos aquellos que amaban su obra, lo trataron de traidor, de bastardo. Ende comenzó a recibir amenazas por carta de manera diaria. Era, realmente, una historia interminable.