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Falleció en La Habana. Desde 1986 era el presidente de Casa de las Américas. Admirado y cuestionado por ser la voz oficial de la cultura cubana por décadas, fue un intelectual influyente ligado desde su comienzo a la revolución liderada por Fidel Castro
Infobae
“La vida misma, incandescente”. Así definió alguna vez Roberto Fernández Retamar a la poesía. Fue a fines de la década del sesenta en la revista Trilce. El sábado, este gran poeta murió en La Habana, donde vivía y escribía diariamente. Lo informó la Casa de las Américas, institución cultural que presidía desde 1986. Tenía 89 años al morir. Dejó una extensa obra y opiniones dispares respecto de su rol como intelectual cubano. Es que no sólo fue un poeta, también un ensayista, un participante activo de la Revolución del 59 y un “intelectual oficialista” desde entonces. Retamar —así: con su segundo apellido se lo conoce en Cuba— nació en La Habana el 9 de junio de 1930. Participó de la Revolución Cubana que derrocó a Fulgencio Batista en 1959. También fue diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular y miembro del Consejo de Estado de la República de Cuba. En el terreno literario, obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1989 y en 2008 fue distinguido con el premio internacional ALBA de las Letras.
Integró la Academia Cubana de la Lengua y, por consiguiente, la Real Academia Española. Entre sus grandes obras se encuentran el ensayo de 1971 Calibán y los poemarios felices los normales, ¿Y Fernández? o Con las mismas manos. Su primer libro de poemas vio la luz en 1950 y se tituló Elegía como un himno. El último, Historia antigua, se publicó en el año 2015. En las redes sociales, muchos lo despidieron con tristeza. “Es muy duro —escribió Miguel Bonasso, periodista y ex diputado nacional—, para los que tuvimos el privilegio de su amistad, admitir que no volveremos a verlo, a escuchar su risa ronca, a reírnos -cómplices- con sus divertidas anécdotas, con su finísimo sentido del humor. Para quienes no lo conocieron queda la estampa intrigante de ese Quijote con gorra, bastón, guayabera y lentes, de gesto severo, desmentido por la mirada tierna”. Otro amigo suyo, el sociólogo Atilio Borón, lo despidió con una sentida columna. Aseguró que se trata de “una pérdida de verdad que irreparable, aunque esto parezca una frase trillada o un lugar común. Roberto deja un hueco en la cultura emancipatoria imposible de llenar”. “Hay luto en la casa de la intelectualidad latinoamericana, en Cuba y en nuestra América”, dijo el presidente de la isla, Miguel Díaz-Canel. “Querido Roberto, gracias por dejarnos obra, lucidez y compromiso”, completó en Twitter el primer mandatario, quien asumió en este cargo hace poco más de un año, cuando Raúl Castro dio un paso al costado.