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La base de la economía en México durante el periodo que abarca la Nueva España, era la minería
En los tiempos de la Independencia la economía mexicana tenía muchos problemas. Durante la colonia las principales industrias que se desarrollaron fueron la minería, el azúcar y los textiles
Dinero en Imagen
La base de la economía en México durante el periodo que abarca la Nueva España, era la minería, principalmente, la explotación de oro y plata.
La producción minera tuvo su mejor momento durante el siglo XVIII. En el periodo que abarcó de 1740 a 1803, la producción de oro y plata se triplicó.
En su momento, la mina La Valencia en Guanajuato, se le consideró como la operación minera de plata más importante del mundo.
Las principales minas de la Nueva España se ubicaban en Guanajuato y Zacatecas.
Gracias al apogeo de esta actividad, se desarrollaron otras actividades en México, como el comercio y la agricultura. Esto benefició, sobre todo, a la región de Guanajuato y El Bajío, precisamente por su cercanía con las minas de mismo Guanajuato y Zacatecas.
Como la explotación de oro y plata era la principal actividad económica de la colonia, esto ayudó a la creación de un sistema de comerciantes peninsulares, y se consolidó un poderoso grupo criollo.
Los grupos se ubicaron en consulados en México y Guadalajara, fue como se distribuyeron los capitales en el territorio. Gracias al poder económico, tienen la capacidad de contar con representación política, gestión y cabildeo.
Años de crisis
La crisis de la Nueva España se dio al final del siglo XVIII, justo cuando se hicieron las reformas borbónicas que aplicó la Corona. El objetivo era modernizar la administración de las colonias y hacer más rentable la explotación de sus recursos. Existía una escasez de capitales, pues el monopolio sobre la plata lo tenían los comerciantes.
Una gran parte de las rentas de la explotación de las colonias no llegaba a las arcas reales, se repartían entre distintos grupos los arreglos que estos tuvieran con la Corona.
Gracias al libre comercio en el virreinato, los criollos y mestizos amasaron poder económico y político. Por esta razón, comenzaron a ocupar cargos en la administración virreinal.
La Nueva España entró en bancarrota para las últimas décadas del siglo XVIII, debido a que la metrópoli se apropiaba de sus finanzas.
Los comerciantes, que estaban inconformes con la reforma económica de la Corona, fueron los que apoyaron el golpe de Estado contra del virrey José de Iturrigaray en 1808.
El crecimiento económico en México entre 1821-1850
De acuerdo con el presidente Andrés Manuel López Obrador, el país ha pasado por tres transformaciones históricas y se encamina a una cuarta, la idea me gusta y es útil para dividir el país en tres periodos muy distintivos en su desarrollo económico.
La transformación de la economía mexicana a lo largo de sus 200 años de independencia, en este contexto, es un buen pretexto para hacernos preguntas sobre qué pasaba en la economía mexicana en los momentos más importantes de su historia.
Vale la pena, pues, preguntarnos cómo se veía la economía mexicana en los tiempos de la así llamada Primera Transformación.
En los tiempos de la Independencia la economía mexicana tenía muchos problemas. Durante la colonia las principales industrias que se desarrollaron fueron la minería, el azúcar y los textiles, ninguna de ellas bien adaptada para los cambios que ocurrían en la economía global.
Sólo aquello que sirviera para la minería y el azúcar se le permitía desarrollarse por ser industrias extractivas importantes para la estrategia mercantilista del Imperio español. El fin de las guerras napoleónicas en Europa trajo consigo un periodo de expansión comercial e integración en los mercados globales.
Esta integración favorece enormemente el avance de la Revolución industrial conforme los costos de transporte tuvieron reducciones dramáticas y puede pensarse como el inicio de la primera era de la globalización.
No obstante, la economía mexicana no fue capaz de aprovechar las ventajas de un mundo en proceso de integración. La política económica mercantilista de España con sus colonias no favoreció un gasto importante en infraestructura al interior del país ni el desarrollo de industrias que pudieran participar en la economía atlántica.
Peor aún, la economía mexicana no se encontraba integrada a su interior, era complicado mover la producción de bienes tierra adentro, por lo que no se desarrolló un mercado común, un problema que en cierta manera persiste hasta nuestros días.
En el proceso para la aprobación de la constitución de 1824, parte de la negociación de los líderes regionales con la naciente república federal fue el control de las alcabalas (especie de aduanas internas donde se cobraban impuestos al comercio entre los estados), sumado a la geografía complicada del país, la falta de ríos navegables y la poca infraestructura en caminos hacia una economía donde los mercados no podían integrarse con facilidad.
Las guerras dinásticas en España a lo largo del siglo XVIII y la guerra de Independencia habían puesto a la Nueva España en una situación fiscal delicada. La deuda de las coloniales creció de forma importante. La destrucción de sus actividades económicas durante la guerra y la fragmentación de su sistema de pagos se volvió una carga para el México independiente (Marichal, 2006).
México rápidamente descubrió que la debilidad fiscal del país hacía muy difícil el mantener gastos crecientes en defensa, infraestructura y soportar las presiones de sus acreedores en el mundo. Durante la década anterior a la Independencia, la recaudación en Nueva España dependía en un 26 por ciento de la minería y en otro 24 por ciento de las alcabalas, en total los ingresos eran en promedio de 15.3 millones de pesos de plata.
Para los primeros años de su independencia, el 60 por ciento de todos los ingresos del México independiente, en promedio 13.6 millones de pesos de plata, dependían de impuestos al comercio. La minería había colapsado en su producción y por lo tanto como fuente de ingresos, en apenas dos décadas los recursos totales del Estado disminuyeron en 12 por ciento.
Un estado sin recursos no puede proveer los bienes públicos necesarios para crecer
En este sentido son curiosos los esfuerzos que existieron por establecer fuentes progresivas de ingresos para el Estado, otro tema estructural aún pendiente en la actualidad, justo en este tipo de esfuerzos se enmarcan los hoy vilipendiados impuestos a las puertas y ventanas que resultaron muy poco populares en México, pero que se usaban en países como Holanda, Inglaterra y Francia como impuestos a la propiedad, una especie de antecedente del predial. Sin importar estos esfuerzos, y otros tantos cambios en la administración fiscal, México siguió siendo un Estado fiscalmente debilitado.
La combinación de deudas con pocos ingresos se transformó en una fuente de debilidad para el Estado que pronto encontró inestabilidad política y conflictos frecuentes como consecuencia (Marichal, 2006). La falta de recursos impidió que el Estado mexicano tuviera capacidad de acción en el desarrollo de su economía que prácticamente pasó un periodo de estancamiento hasta la segunda mitad del siglo XIX.
La debilidad fiscal de México y su inestabilidad política generaron condiciones propicias para las invasiones que sufriría y que serían una fuente más de un ciclo de debilidad fiscal por los costos de las guerras, destrucción de infraestructura, industrias, falta de inversión, interrupción del comercio y, con ello, más inestabilidad política. En este contexto algunas iniciativas innovadoras del Estado mexicano, como la creación del Banco del Avío en 1830 o la creación de la Secretaría de Fomento en 1853, serían esfuerzos fútiles, aunque se pueden leer como una anticipación de un país que estaba deseoso de hacer política industrial.
En términos de desigualdad y pobreza la que otrora fuera la colonia más rica del Imperio español se empobreció. De acuerdo a Milanovic, Lindert y Williamson (2011), Nueva España en los años previos a la lucha de Independencia tenía una tasa de extracción de la desigualdad (Inequality Extraction Ratio) de 105 y un índice de Gini de 63, la extracción había llegado hasta el límite de lo que era posible, la desigualdad debía ser enorme.
Tras la guerra de Independencia es previsible que la desigualdad disminuye conforme mucha riqueza era destruida y la distribución de factores de producción cambiaba; por ejemplo, con la abolición de la esclavitud o el cambio de tenencia de la tierra.
No obstante, seguramente esta disminución fue poco duradera. Dado que las actividades agrícolas como la plantación del azúcar concentraban gran parte de la actividad económica del México recién independizado, la mayor fuente de riqueza era la propiedad de la tierra. Si la tierra estaba distribuida de forma poco equitativa (como sabemos ocurría), es previsible entonces que los niveles de desigualdad volvieran a crecer y se acercaran a los de la Nueva España. Este fenómeno se acrecentaría en la segunda mitad del siglo XIX conforme México participaba más en la economía internacional y los retornos a la tierra eran más grandes y con ellos se producían cambios en la distribución del ingreso.
Costos económicos por el movimiento de Independencia
“De acuerdo a Coatsworth (1989), la Independencia le costó 4.2 puntos del Producto Interno Bruto a México y 21 por ciento del PIB per cápita, equivalente a un decrecimiento del ingreso per cápita de medio punto por año entre 1820 y 1845, de acuerdo con Salucci y Salvucci (1993) el costo fue 50 por ciento del PIB nacional”.
Sumado a este costo, décadas de conflictos internos, intervenciones extranjeras y falta de integración de un mercado nacional produjeron un estancamiento de tres décadas.
La economía mexicana en los tiempos de la primera transformación se veía mal: mucha desigualdad, pobreza, un Estado fiscalmente débil, esfuerzos de política industrial que aunque innovadores no lograron industrializar al país. Décadas de conflictos hicieron imposible que el país se integrara a las primeras olas de la globalización o que se volviera uno de los países que seguirían y eventualmente superarían a Reino Unido en la segunda Revolución industrial.
La geografía y los conflictos nacionales hicieron imposible tener una economía nacional integrada y produjeron patrones de divergencia regional que aún vemos hoy en día. Hasta los tiempos de la segunda transformación el estancamiento daría paso al crecimiento económico, pero manteniendo patrones de desigualdad y problemas estructurales como la debilidad fiscal del Estado y sus recurrentes déficits internos y externos que han sido extremadamente difíciles de erradicar, pero eso es algo que exploraremos en una siguiente colaboración.