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Esta innovación es una formulación compleja con seis cepas bacterianas catalogadas como benéficas
Incrementa la producción agrícola, resarce el daño a los suelos y disminuye el uso de fertilizantes en 50 por ciento
Redacción
Hace más de dos décadas, los inoculantes bacterianos dieron buenos rendimientos en las cosechas. Sin embargo, con el propósito de perfeccionar esta tecnología, investigadores de la BUAP desarrollaron uno de segunda generación para incrementar la producción agrícola, resarcir el daño a los suelos y disminuir el uso de fertilizantes en 50 por ciento. Esta innovación BUAP, registrada con el nombre de Inocrep y que es comercializada bajo el modelo spin off, es un inoculante de segunda generación, único a nivel mundial con registro de patente. Se trata de una formulación compleja con seis cepas bacterianas catalogadas como benéficas, las cuales coexisten entre ellas sin inhibirse, por lo tanto cuando una bacteria no funciona, las otras actúan como una especie de relevo, explicó Jesús Muñoz Rojas, investigador titular de este proyecto, del Centro de Investigaciones en Ciencias Microbiológicas, del Instituto de Ciencias (ICUAP). De manera adicional, este compuesto patentado en 2016 ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial, al contener Pseudomonas putida KT2440 permite la biorremediación de suelos, un punto invisible para los agricultores. “Se trata de un producto nuevo que se va aplicar con mejores bacterias y esto ayudará a fortalecer la producción de maíz.
Yo estoy convencido, estoy convencido al cien por ciento”, afirmó Carlos Espinosa Limón, productor de maíz y Presidente del Comité de Sanidad Vegetal en el Estado de Puebla, al dar cuenta de los beneficios de los inoculantes bacterianos. Para José Reynaldo Vázquez Ortiz, gerente de este comité, la expectativa es la misma. “Ya probamos hace más de 25 años este inoculante, si viene mejorado debe funcionar mejor. Tenemos muchas esperanzas”. Al respecto, Muñoz Rojas precisó: “No necesariamente todas las bacterias funcionan al mismo tiempo, sino que algunas pueden estar trabajando bajo una condición y las otras bajo otra. Esa es su ventaja. Cuando los agricultores usan este tipo de formulación ven resultados constantes, en comparación con otras formulaciones en el mercado”. Por lo tanto, cuando el inoculante se acopla al cultivo promueve su crecimiento constante, aunque las condiciones ambientales cambien. “La gente prefiere usar bacterias autóctonas del sitio, porque son las que funcionan mejor. Nosotros nos fuimos por un camino diferente, seleccionamos bacterias que son benéficas y cosmopolitas; es decir, que se adaptan a distintas condiciones ambientales”, agregó.
Cada una de las bacterias promueve el crecimiento de forma diferente, algunas son fijadoras de nitrógeno, solubilizadoras de fosfato, despiertan la acción de defensa de las plantas -como una especie de vacunas-, y otras son tolerantes a la desecación. Los microorganismos son capaces de adherirse de forma natural a las semillas, colonizan en números elevados, pueden eliminar patógenos y respetan al consorcio y a las benéficas que están en la naturaleza. Los resultados se observan en un tiempo estimado de 60 días. “Al principio la mezcla de bacterias hace el efecto contrario, las plantas se ven pequeñas y crecen lentamente; de repente tienen un cambio y crecen con mayor tamaño, área foliar y frutos”, informó el doctor Jesús Muñoz. El desarrollo del inoculante multiespecies es solo un brazo del trabajo conjunto del Grupo de Investigación Internacional Ecología y Supervivencia de Microorganismos, uno de los 13 con esta categoría en la BUAP, integrado por los doctores Jesús Muñoz Rojas, Yolanda Elizabeth Morales García, Antonino Báez Rogelio, Verónica Quintero Hernández, América Paulina Rivera Urbalejo, María del Rocío Bustillos Cristales, Dalia Molina Romero y Dolores Castañeda Antonio. Además, este grupo tiene colaboraciones nacionales e internacionales, por ejemplo con grupo de investigación Tóxicos Orgánicos de la Estación Experimental del Zaidín, en Granada, España.
UN APOYO AL CAMPO
El inoculante multiespecies de segunda generación se ha probado en distintas agrupaciones empresariales y ejidales de la República Mexicana, entre estas la Asociación Nacional de Empresas Campesinas. Por ejemplo, al usar la formulación en la agricultura extensiva de maíz, en Morelia hubo un incremento en la producción, de 12 a 16 toneladas por hectárea; en otras zonas donde se producían cuatro toneladas por hectárea, se obtuvieron 16. Jesús Muñoz Rojas, doctor en Ciencias por la UNAM, comentó que en condiciones de laboratorio se observó un crecimiento de hasta 600 por ciento, en términos de porcentaje y en comparación con el grupo control. “No es sustituto de ningún componente agrícola, es simplemente para potenciar el crecimiento de las plantas”. Esta tecnología se ha probado en cultivos de maíz, gramíneas, flores de ornato como crisantemos y nochebuena, hierbas aromáticas, jitomate y papa. “A pesar de que las plantas están alejadas desde el punto de vista taxonómico, estas bacterias al ser versátiles han mostrado la capacidad de promover su crecimiento”. Una vez evidenciada la eficacia de este producto, se invitó a los agricultores a reducir las dosis de fertilizante químico en 50 por ciento o bien sustituir este por uno de origen orgánico, acción que permitió ahorrar insumos.
BÚSQUEDA DE SUPERBACTERIAS
Tras ver las fallas de los inoculantes monoespecies en los cultivos, sobre todo por su poca adhesión a la semilla y por tener solo un promotor de crecimiento, los investigadores de la BUAP se dieron a la tarea de perfeccionar esta tecnología, a través de consorcios efectivos. Para encontrar la compatibilidad entre las bacterias catalogadas como benéficas, se tomaron 120 cepas de 18 géneros diferentes para realizar antagonismos.
Es decir, “se formuló una matriz de 120 contra 120, para que los microorganismos compitieran por su medio de cultivo. Es así que de forma manual se buscó qué cepas podrían ser compatibles, sin inhibirse entre ellas”, explicó la doctora Yolanda Elizabeth Morales García, investigadora de la Facultad de Ciencias Biológicas. El esfuerzo para determinar esa compatibilidad no es algo trivial, fueron dos años de investigación para encontrar el grupo de cepas adecuadas, a la par de efectuar pruebas moleculares para garantizar la calidad del producto, así como realizar experimentos a nivel de laboratorio y desarrollar una metodología de aplicación en el campo. Por lo tanto, “estamos en una posición óptima para entrar al mercado”, aseguró el doctor Jesús Muñoz, responsable del Cuerpo Académico Ecología Molecular Microbiana. Asimismo, los investigadores indicaron que para mejorar este inoculante bacteriano de segunda generación se tendrá la participación de José Antonio Méndez Bermúdez, académico del Instituto de Física “Ing. Luis Rivera Terrazas”, quien perfeccionará in silico la compatibilidad de los microorganismos, a través de ecuaciones de las matrices.